El roció de vida la tinta del amor, se tiño de tristeza pura. Pintó paisajes de recuerdos grises y entre manos de conquista y codicia se marchitaron los pétalos, dejando polvo alado, que enveneno el núcleo de fuego y sabiduría fecunda de una madre que, alguna vez, estuvo llena de elixires de tibieza y que infectada por el odio de sus hijos cancerígenos, desfiguró con ira el amable rostro de su belleza para que, aquellos a quienes arrulló, cesaran aquella cruel batalla en su contra, pero la hirieron de muerte y sordos de poder la asolaron.