Mis manos están teñidas de rojo, mis ojos derraman sal, mi boca gime de dolor, ¿Qué pasó?... ahora lo recuerdo, mi memoria despierta... Me prepare para una travesía en la que mi alma voló a través de los mares a través de continentes desconocidos, a través de otras esencias. Una travesía en la cual no necesité equipaje, ni pasaportes, ni transporte, solo mi alma, su transparencia y el viento. Abrí el mapa, escondido en mi mente, y me condujo hacia un enorme rio de aguas cristalinas donde la paz habitaba en cada gota y cada roca de su caudal y torrente. Me sumergí, contemplé el paisaje acuoso lleno de claros manantiales, pude ver la belleza que la naturaleza alberga y la pureza que conservan sus reflejos azules. Como el aire me faltaba, salí de ese bello paraíso acuoso. Miré a mi alrededor, percibí un olor que entristeció el ambiente, era olor a muerte; el rio cristalino ahora llevaba un torrente de amarga sangre y de lagrimas esparcidas por la dolorosa miseria de inocentes muert