Hoy tuve una conversación con un colibrí. Voló sobre mi cabeza, para luego quedar suspendido frente a mi en el aire, como una hoja desafiando la gravedad, como un diamante verde hechizado y, agitando sus alas 55 veces por segundo, me miró a los ojos entregándome con entusiasmo una mágica canción. Se que era un mensaje importante, ya que sentí vibrar en su garganta ese calor contenido en las platicas de corazón a corazón, de confianza a confianza, y aunque no lo comprendí del todo, por que mis latidos son de gaviota y hablan un lenguaje humano-marino, algo de mi transmuto en colibrí para regalarle mi decreto y agradecer su visita. Fugaz y delicado voló para irse, pero regreso dos veces. Supe enseguida que las despedidas largas solo ocurren cuando en verdad conectas con un ser. Al fin se fue y ese momento quedó guardado en un cajoncito blanco en mi interior, junto con otros momentos igualmente preciados. Pero mi pequeño amigo alado de corazón valiente e infinito no solo tenia la