No tenemos una cara sino mil caras distintas, todos cambiamos a lo largo de la vida, cada que nos miramos al espejo nos reencontramos a veces sin reconocernos del todo en un rostro. Ni el crecimiento ni la vejez pueden destruir la esencia del individuo, solo cambia en su aspecto físico, lo externo. Todos somos actores, personas, personajes, todos representamos papeles que la sociedad nos ofrece, nos moldeamos a nosotros mismos tanto en función a los demás, que asumimos la máscara o persona que la vida nos asigna, nos creamos un tipo, esto va de la mano con expresarnos a través de las prácticas culturales relacionadas a nuestra imagen. Muchas veces, la máscara se traga el rostro. Conforme vamos creciendo vamos llenando de prejuicios nuestra vida, cuerpo y mente, y mas gruesa es nuestra mascara. Los niños por ello a veces nos ofrecen rostros verdaderos y espontáneos. Son valientes. No debemos estancarnos en un rasgo distintivo por que aunque sea identificable, no expresa...