Mis manos están teñidas de rojo, mis ojos derraman sal, mi boca gime de dolor, ¿Qué pasó?... ahora lo recuerdo, mi memoria despierta...
Me prepare para una travesía en la que mi alma voló a través de los mares a través de continentes desconocidos, a través de otras esencias. Una travesía en la cual no necesité equipaje, ni pasaportes, ni transporte, solo mi alma, su transparencia y el viento. Abrí el mapa, escondido en mi mente, y me condujo hacia un enorme rio de aguas cristalinas donde la paz habitaba en cada gota y cada roca de su caudal y torrente. Me sumergí, contemplé el paisaje acuoso lleno de claros manantiales, pude ver la belleza que la naturaleza alberga y la pureza que conservan sus reflejos azules. Como el aire me faltaba, salí de ese bello paraíso acuoso.
Miré a mi alrededor, percibí un olor que entristeció el ambiente, era olor a muerte; el rio cristalino ahora llevaba un torrente de amarga sangre y de lagrimas esparcidas por la dolorosa miseria de inocentes muertos. Flotando entre las rojas aguas, cientos de cuerpos infantiles terminaban su existencia en la tierra, teñidos, mutilados y ahogados. En mis adentros pensé en su dolor, y a pesar de mi obstinación susurre una plegaria. Cuando salí de mi letargo, una voz dulce y desesperada gritó muy cerca, busque con la mirada temerosa y mis ojos encontraron vida entre la muerte.
Era un pequeño y frágil niño, me miró, percibí su miedo, y agonía. Sus morados labios me llamaron un vez más y fui hacia él. Extendió sus frágiles y ensangrentados brazos, y yo no dude en corresponder su esfuerzo. Lo miré, y al saber que ningún ser existente era capaz de soportar el dolor que podía ver en sus ojos, no pude más que dejarlo morir. Sus últimas palabras fueron como un relámpago que atravesó mi pecho y quedaron grabadas para siempre en mis entrañas, “sálvanos a todos”.
Mi alma lloró, bese su frente y mis labios se pintaron de malva.
Mi alma lloró, bese su frente y mis labios se pintaron de malva.
Me dispuse a buscar vida, a encontrar vida, pero mis ojos solo vieron muerte. Mi corazón radiante se apagó y se sumergió en una oscuridad abismal y deprimente; la corriente me arrastró hacia la orilla en donde me topé con pobreza y hambre, donde los inocentes y menos culpables seguían pagando, sin merecerlo, deudas y errores.
Mi sentido entro en trance y me derrumbé; no resistí tal bestialidad y grité a los cielos, reclame lo injusta que era la vida para ellos. De pronto una ráfaga de agujas zurció mi boca, sellando mis labios. No pude gritar más.
Abrí en un acto de asfixiante desesperación el mapa de mi mente y descubrí desiertos, montañas de arena, sequía y soledad que encerraba a pesar de su grandeza. Corrí a través del cielo, y volé nuevamente a mi morada.
Al volver percibí en mi rostro lágrimas desoladas y en mi garganta un llanto escondido queriendo liberarse en un grito de dolor.
Hago una promesa, que el recuerdo de aquellos paisajes, perdurará en mi corazón por siempre. La sangre y la miseria ha dejado huella en mi; estar cerca de la muerte me ha hecho volver a vivir, pero regresaré y “prometo salvarlos a todos”, lo digo con las manos aun cubiertas de sangre y con un sabor amargo en mis labios sedientos de justicia.
SELKET YHAY
SELKET YHAY
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