Ahora, todos son como esos árboles que abundan en las calles: con troncos pintados de blanco y ramas mutiladas, con figuras estúpidas, sin que sus ramas se expandan en plenitud, sin que las hojas que los coronan de humildad respiren solemnes el sol y las estrellas, como si eso fuera digno de vergüenza; y en la prisión de consumo, los artificios y prejuicios marchitan su voluntad. Pronto serán solo troncos clavados en el asfalto, sin ramas, aves o nidos, sin el verdor que da la sombra de sabiduría natural.
La esperanza para poder renacer proviene de sus entrañas, pero tienen miedo de su propia sangre. Miedo a sangrar y sangrar, derramar sobre el gris esa savia creadora hasta que explote de verde el mundo; arrancarse las venas y tendones para dejarlos latir con el viento, y bañar sus raíces con agua del mar del ego, hasta que su cadáver se seque en la sal del olvido y sea testigo agusanado de ese nacimiento.
Cuando un nuevo amanecer rojo y verde, se bañe de oro, los colores de la vida empaparán nuestras bocas de sensaciones y caminaremos con las venas al aire, con los tendones, /cadenas internas/ cortados, con los ojos ciegos y el alma lúcida, llamándonos por nuestro verdadero nombre, mostrando nuestro rostro auténtico, nuestra humanidad.
Selket Yhay / 2013
Selket Yhay / 2013
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