Lamento al río que alegra la tumba.

1:10 a. m.


Sigo cayendo por la lucidez

de la que, la prisión de bestias

donde se aloja mi conciencia,

me protegió alguna vez.


Como un guerrero evasivo

derretía todas las espadas,

a veces sin detener 

todas la estocadas 

pero dejando a su paso

cientos de cabezas decapitadas.


Ahora permite que penetren en mi

como un recordatorio divino

de que vivo,

que soy mas carne que aire,

que estoy aqui,

de que lloro y rio,

cantando un lamento al río

que alegra la tumba.


El rostro del ahora 

se desfigura

cuando mi guerrero,

armado de paranoia,

me resguarda en la caja,

ataúd estéril pero seguro,

desentierro imposible de cavar

que disfruto 

en compañía de la nada.


Mi silencio sabe que

no tengo temor a las heridas,

alas rotas tatuando rencores.

No siento aversión 

por mi sangre

ni por los dolores.

Temo más bien matar con furia

al atacante cotidiano

que no siempre es el enemigo

de mis pasiones y dones.


Mi cobardía yace en no atreverme 

a provocar la mecha y la explosión

que dejarían escapar de la prisión

a todas las bestias con hambre.

Debo despedir a mi escudero loco,

ahora comprendo que

lo mejor es liberarlas de a poco.


La lucidez por la que hoy transito

me hace sentirlo todo,

palpar con detalle cada enojo,

cada vergüenza, gesto, mueca

que me hubiera llevado al manicomio.


Al menos yo decido

cuando entrar y cuando salir

para tener descanso 

de los frutos estridentes

que me desgastan los dientes.

Alejarme del mundo, 

inhalar la danza humeante

que seduce en la oscuridad,

refugiar en su silueta los ojos

cansados de realidad,

acallando el grito

cegador pero palpable

de estar,

de darme cuenta,

de recordar

el pasado maldito 

que preferí ignorar.


Recordar así es como despertar

con una alarma irritante

junto al cuerpo desnudo

de algún amante.


S.Y.

 

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@selketyhay