La dama dorada
llama adorada
vida amarga que se va
y que viene de regreso
se le enreda a la muerte
entre los huesos
me mira y me dice:
no llores más mi niña
no te sientas perdida
entre mi manto las estrellas
son besos de luz del universo
caricias celestiales
que con la luna te guían
hacia un nuevo comienzo
una nueva armonía
de acordes arcoíricos
de paisajes idílicos
manos entrelazandose
en el viento.
La nada
me dió todo
acurrucando mi alma
entre el calor
de cuatro pupilas
mordiéndose
colisionaron
abrazando con su mirada
la oscuridad de mi ser
la inmensidad de la sed
que no he logrado saciar
llamando al amanecer
ni ahogándome en el mar
de brazos y camas
de pieles y almohadas
desnudándome
atándome
para luego dejarme
con la puerta cerrada
dando la espalda
a la sonrisa forzada
carne mutilada
ave vulnerada
de decepciones enjaulada
a un sueño aferrada
con la mente afligida
de esperas y desencantos
miedos, rocas y llantos
fantasmas y silencios
hongos y huecos
sangre que brota
de una carcajada en boca mentirosa
con la posibilidad de un regreso
como si la vida se burlara
de lo desdichado que es
estar cansada de no esperar.
Refugiada como una niña
entre la guerra de los años
contemplo los daños
venciendo el miedo
a la inquietud y a los regaños
que mezclan con ansiedades
el espejo maldito
de oraciones
y el reflejo bendito
de colores
flotando y retoñando
floreciendo de emociones
caminando entre las huellas
de los que me habitaron
y penetraron con sus pies
la tierra de mis venas
sembrando el alimento
que me alejó del viento
que me quitó el aliento
que me atormenta
y cala por dentro
calla, tan incierto
como el frio
como el desierto
como estar enterrada
en la sagrada sal del sufrimiento
que cauteriza la herida
de lo etéreo
me mece y le saca brillo
me confronta
y me obliga a amarla
con dulzura mirarla
como nadie la ha mirado jamás
y pasa por mi mente
un pensamento fugaz:
no soy mas que un costal
de carne y huesos
de arena y sueños rotos
que la tormenta arrastró
tan cerca y tan lejos
de mi hogar.
Desde las alturas
me atrevo a mirar
soy como una hoja
que el viento destroza
y solloza temblorosa
al tiempo que las gotas
se escurren entre las raíces
de mi tristeza
para hacer germinar
ojos desgranados
manos aferradas
a unos labios
tibios y nublados
buscando latidos
un momento de olvido
de juego y alivio
como un niño
que desea entrar
a lo desconocido
y saber los secretos
de la araña o del grillo
de aquel primer amor
con sabor a ciruela
con canciones de esperanza
y palomas mensajeras
sin palabras embusteras
que dicen estar amando
antes de que la vida se burlara
de lo desdichado que es
estar cansada de no esperar
pero esperando.
SELKET YHAY
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